La imagen del cocinero que cultiva sus propias frutas y hierbas en su balcón se ha convertido casi en un cliché por estos días, aunque la motivación detrás de esta tendencia vaya mas allá de la moda, de hecho surge como una respuesta lógica (al menos desde nuestro punto de vista) al peligroso auge de la "comida rapida" de los alimentos procesados, cultivos transgénicos y al olvido de nuestro acervo gastronómico y cultural, impulsado por este ideal de vida moderna, ajetreado, completamente artificial que nos aleja de nuestra conexión con la tierra. Los cocineros que se han avocado a esta noble tarea intentan recuperar ingredientes en desuso, sabores auténticos, alimentos sanos y libres de pesticidas, buscan desempolvar viejas y valiosas tradiciones y hacerlas vigentes en el presente.
En lo que a mi respecta, quienes realmente me conocen saben que el amor por la jardinería me viene desde los 6 años cuando experimenté plantando las semillas de girasol de Gepetto (el hamster de turno) en los materos del balcón de la casa. Al parecer desde esa edad mi inquietud natural era mas que evidente, porque, ante el hallazgo de las plántulas germinando en todos sus materos mi mamá lo primero que hizo fue preguntarme: ¿Que hiciste?, ante mi respuesta ella decidió trasplantar a los pequeñines a un matero rectangular alargado y colocarlos en el centro del balcon en la parte superior. Al cabo de un tiempo mi sorpresa fue grata al despertar y ver en el balcón 4 flores amarillas muy vistosas "mirando" hacia la derecha (el balcón estaba orientado al norte, perfecto para los girasoles) mi mamá me explicó que el Girasol necesita de mucha luz solar para poder vivir por lo que la flor "gira" dependiendo de la ubicación del sol en el horizonte, por supuesto que tanta "interacción" tratándose de una planta me fascinó y mi predilección por esta flor permanece desde entonces. Durante mi adolescencia esta olvidada pasión revivió gracias al Bonsai que me regaló una buena amiga y que me acompaño por un par de años, de poda cuidadosa y riego diario con agua mineral, hasta que marchitó tras un infructuoso cambio de tierra.
Desde mis inicios en la cocina me encantaba la idea de disponer de mis hierbas frescas en un mini cultivo en mi ventana. No ha sido sino hasta ahora después de cualquier cantidad de intentos y plantas muertas por mi inexperiencia que he decidido retomar con fundamento esta idea. Hace un año comencé por 4 plantas:
Jazmín Kimura, ✞ por cochinillas. Al parecer esta especie es la mas enfermiza de todas, mala opción para principiantes. |
Jade (crassula ovata) ✞ Ahogado por la incesante lluvia. Requiere sol constante y riego ocasional, obviamente se le hizo imposible adaptarse al monzón panameño. |
Aloe ✞ envenenado por confundir potpourrí ambientador por Abono. |
Como ha llovido a cántaros por estos días la tierra se mantuvo húmeda. Según lo que vi en un blog de jardinería pude corroborar que son brotes de Papaya. Ya los retiré de la ventana para protegerlos de el exceso de luz y humedad.
Esta sorpresa la interpreto como una especie de recordatorio de la naturaleza, de que la principal virtud del agricultor es la paciencia y la observación cuidadosa. Con todo esto en mente seguiré investigando y aprendiendo de mis éxitos y tropiezos. Espero con ansias el fin de las lluvias que dan paso al verano centroamericano con sus días despejados y brisa tibia perfecto para los girasoles que por supuesto tengo en mente.
Respecto a la Fucsia del regalo, se está comenzando a marchitar. El traslado de tierras altas al calor costero de la capital como que terminó por debilitarla. Si se llegan a caer todas las hojas la podaré y seguiré regando y abonando hasta que esté lista nuevamente para renacer, otra lección por aprender, espero que todo esto no termine por volverme un junkie del Nervo-Calm como el papá de Mafalda.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario